viernes, 16 de noviembre de 2012

El camino de la izquierda


Noé Ibáñez Martínez

Las experiencias electorales del 2006 y 2012, en vez de fortalecer la izquierda mexicana, la sumergió en una profunda crisis política que apunta hacia un camino aún más gris para el 2018. La unificación y el nacimiento del Partido de la Revolución Democrática en 1989, llenó de esperanzas a miles de mexicanos; entre ex priístas, comunistas, socialistas, ex guerrilleros, luchadores sociales, intelectuales y demás personajes, que veían al nuevo partido como la puerta para la democratización y el progreso del país.

En sus primeros años, el partido jugó un papel muy importante que permitía concebir grandes cambios políticos y sociales; sin embargo, después de las elecciones de 1994, el oportunismo, la corrupción y la política clientelar; se adueñaron de él. En su interior, empezó a resentirse la dispersión, la falta de un rumbo claro, sobrevino un aflojamiento de la energía revolucionaria, la iniciativa política vino a menos y, lo peor, cobraron fuerza los pleitos internos a causa del sabor de los frutos conseguidos vía elecciones populares.

Que el PRD es, ciertamente, un partido situado “a la izquierda” del espectro político mexicano nadie lo duda, pero ya no es, ni puede ser considerado como un partido de la izquierda clásica (si es que el algún momento lo fue). Dejó en el camino la parte más viva y rica de su tradición compartida: la lucha por la emancipación política, social, económica e incluso cultural; como eje rector para el desarrollo nacional.

Cuando tantos hombres y mujeres, en algunos casos, sacrificaron sus vidas por un objetivo social, no fue la creencia en una doctrina científica o filosófica; fue una pasión y una esperanza: la indignación por la estupidez y las injusticias humanas, la urgencia por construir una sociedad fraterna. Según las épocas y las circunstancias históricas. La izquierda en política no es una ideología, una doctrina, es una elección de vida para la sociedad.

Un movimiento de izquierda no puede restringirse a los partidos, tiene que ser mucho más amplio. Tiene que abarcar a individuos y grupos de la sociedad que no quieren pertenecer a ningún partido. En suma, un movimiento amplio de izquierda tiene que intentar un camino contra la desigualdad patente en todo el país, en todas sus formas. Abrirles el paso a los jóvenes con una visión diferente, y que sean ellos los futuros líderes que busquen la unidad y recuperar los valores revolucionarios.

La fragmentación de la izquierda en el país, responde a intereses personales y pugnas entre sus dirigentes. La separación de López Obrador y MORENA del PRD, demuestra una vez más, la falta de un compromiso social y el respeto de ambos a los verdaderos principios revolucionarios. A casi un siglo de lucha de la izquierda en México, ésta no ha logrado concretar la convergencia de los movimientos hacia un fin común. Lograrlo, la izquierda en el país, encontraría su propio camino y la construcción de un proyecto común de nación.

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