viernes, 29 de junio de 2012

Primeros intentos de alfabetización en Guerrero y sus fracasos


Noé Ibáñez Martínez

¿Estáis cumpliendo con la obligación de enseñar?
O, si sois analfabetos,
¿estáis cumpliendo con la obligación de aprender?
Jaime Torres Bodet

“Si sois analfabetos, inscribíos en algún centro de los que, por millares, han sido creados en el Distrito Federal y en todas las Entidades de la Federación. Si sabéis leer y escribir, buscad a un analfabeto. Pedid vuestra cartilla a la Administración de la Campaña contra el Analfabetismo, en la Secretaría de Educación Pública o en la Dirección de Educación Federal del Estado o del Territorio en el que habitéis. Y enseñad, enseñad, enseñad. Enseñad con fervor, con perseverancia, porque no sólo vuestros discípulos los que se beneficien de vuestro esfuerzo. Seréis, mañana, vosotros mismos. Serán, más tarde, vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos. Será la Patria, esa madre augusta que nos protege con su bandera y a la que le debemos todo, ya que todo, en nuestras existencias particulares, le pertenece”.[i]

El rezago educativo que arrastra el estado de Guerrero es histórico. La Revolución Mexicana hundió al país en una profunda crisis política, social, económica y educativa. La entidad suriana en la década de los años veinte, más del 80% de la población era analfabeta, ocupando el primer lugar a nivel nacional. A pesar de los esfuerzos de la recién fundada Secretaría de Educación Pública dirigida por José Vasconcelos, no logró disminuir el índice de analfabetismo que para 1930 seguía en ese sitio. Sin embargo, diez años después pasó al segundo lugar superado por Oaxaca. Es decir, de 1930 a 1940, el analfabetismo en el estado descendió de 80 a 77% aproximadamente. Pero no así, en municipios que eran más críticos, en Iguala por ejemplo, el índice ascendía en 62%; mientras que en Metlatónoc, Tlacoapa, Xalpatláhuac y Zapotitlán Tablas, el índice de analfabetismo ascendía entre 98 y 99%.

          El gobierno federal, en los años veinte intentó llevar la educación en todos los rincones del país, en un esfuerzo sin precedentes. Se podría afirmar que la Primera Campaña de Alfabetización abarcó de 1921 a 1930, en el cual, José Vasconcelos buscó solventar la falta de instrucción que tenía la población. Se pensaba que los diez años de guerra que había sufrido el país habían repercutido en la instrucción de la población, por lo que el analfabetismo de los adultos era muy alto. De acuerdo con el censo de 1921, el 66.1% de la población mexicana, no sabía leer ni escribir. En este contexto, se formó un gran ejército de niños con instrucción primaria y un número importante de maestros honorarios (3 022). Cada uno de ellos debía colaborar con la labor alfabetizadora. Sin embargo, con la salida de Vasconcelos de la SEP la campaña de alfabetización desapareció durante el régimen de Plutarco Elías Calles; y ni siquiera se mencionó en las administraciones de Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez.

          La Segunda Campaña de Alfabetización abarcó de 1934 a 1940. Con la llegada de Lázaro Cárdenas al poder se retoma la idea de erradicar el analfabetismo en el país mediante el Programa Nacional de Educación, que incluía el proyecto de alfabetización popular. La propaganda de esta campaña tomó tintes de cruzada redentora nacional, y el propio Cárdenas la encabezó como presidente de la República. Se lanzó también otra campaña, la de Pro-educación Popular con la que el gobierno se comprometió a “desanalfabetizar” al país en tres años, además de lograr el “mejoramiento técnico y cultural de los maestros así como la elevación del nivel higiénico de las comunidades y viviendas para obreros”.

          La Tercera Campaña de Alfabetización abarcó el sexenio de Manuel Ávila Camacho (1940-1946). En estos años se creó el Centro Regional de Educación de Adultos y Alfabetización Funcional para América Latina (CREFAL). En diciembre de 1943, se planteó una nueva campaña contra el analfabetismo, para la que se echaría mano de todas las armas que la propaganda de la época permitía, “el interés era evidentemente político: acabar con viejos rencores y odios que hicieron crisis en el sexenio anterior y unir al país nuevamente, integrando por medio de la lectura a todos los habitantes”. En agosto de 1944, Ávila Camacho expide la Ley de Emergencia en virtud de la cual emprendió en todo el país la Campaña Nacional contra el Analfabetismo. En mayo de 1945, pone en marcha la Campaña Nacional contra el Analfabetismo dentro del sistema ferroviario; la intención era garantizar que en un plazo breve se logre que los ferrocarrileros analfabetos y sus familiares aprendan a leer y escribir.

          A finales del sexenio avilacamachista, se reformó el artículo 3° constitucional para reconvertir la educación socialista y en su lugar establecer una educación integral, científica y democrática para combatir los altos índices de analfabetismo que imperaban la época. Esta campaña tenía dos propósitos fundamentales: por una parte, servir a nuestro país, proporcionando a todos los iletrados la misma oportunidad inmediata para alcanzar ese primer peldaño de la instrucción que es el conocimiento de la lectura y de la escritura. Por otra parte, servir, en nuestros país, a la causa universal de la democracia, ya que abrigamos la convicción de que una paz duradera sólo se afianzará sobre un acuerdo democrático de los pueblos, y un acuerdo de tan alta categoría solo será fecundo si los pueblos lo adoptan conscientemente, sabiendo la significación de los compromisos que implica una convivencia libre, justa y civilizada.[ii] Sin embargo, el proyecto de alfabetización no terminó ahí, Miguel Alemán Valdés continúo durante su sexenio con la campaña.

          La Cuarta Campaña de Alfabetización comenzó en 1958 con el retorno de Torres Bodet a la SEP y comienza una nueva etapa en los programas de alfabetización y educación extraescolar que ponía énfasis en la idea de que alfabetizar no significaba simplemente enseñar a leer y escribir, sino impartir conocimientos prácticos de utilidad inmediata para lograr el mejoramiento de los niveles de vida del hombre y su comunidad. En febrero de 1959 se crea la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos. Desde entonces el discurso acerca de lo que significaba la alfabetización se transformó.

          Para la entidad guerrerense, la década de los cuarenta se caracterizó por la atención especial al sector educativo. Desde el gobierno de Adrián Castrejón se realizó un gran esfuerzo por atenderlo, por ejemplo, en julio de 1929 convocó al Primer Congreso Pedagógico del Estado, cuyos propósitos fundamentales eran: 1) reorientar la enseñanza en sus aspectos escolar, económico y social; 2) reorganizar las escuelas rurales, secundarias, profesionales, enseñanza domestica y de enseñanza particular; 3) controlar el sector educativo con pruebas de eficiencia y documentación; 4) instrumentar la cooperación entre autoridades y las comunidades; entre otros puntos.[iii]

          De tal forma que para 1948, había en el estado 1 049 escuelas primarias, de las cuales 679 eran federales, 301 estatales, 3 de acuerdo al artículo 123, y 65 particulares y municipales. Del total de escuelas en la entidad, 60 eran consideradas semiurbanas y 979 del tipo rural. En 1947 de un total de 72,233 alumnos inscritos, el 72.95% acudían a las escuelas rurales, un 20.7% a semiurbanas y el 6.4% a escuelas urbanas. La educación secundaria se impartía solo en 4 planteles, sostenidos por la federación, ubicados en Iguala, Chilapa, Teloloapan y Acapulco. Completaban el sistema educativo, 40 jardines e niños y 2 internados, uno para indígenas, con 94 alumnos, además del Colegio del Estado, que en 1946 es creado por el gobernador Rafael Catalán Calvo y la histórica Escuela Normal de Ayotzinapa, únicas instituciones de educación superior en el estado.

         Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos por atender al sector educativo, la situación se agudizó en las zonas indígenas en donde los intentos por una educación bilingüe empezaban a darse, pero que lejos de ser una política educativa contra el analfabetismo, resultaban “experimentos”, en donde lo mismo incursionaban instituciones oficiales nacionales, como internacionales, encabezados por el Instituto Lingüístico de Verano. La realidad era contundente: el 70% de la población indígena continuaba siendo monolingüe y el 67% de la población total del estado, en 1950, era analfabeta.[iv]

         Pero, ¿cuáles fueron las causas de este alarmante panorama educativo? En primer lugar, por una política educativa equivocada. En segundo lugar, había atención pero se atendía mal, aunque estas actividades concentraban el mayor presupuesto del estado; sin embargo, los resultados eran muy pobres. Además, la educación pública era improvisada, se promovió la creación de escuelas como obligación básica de las comunidades y municipios. El Estado proporcionaba instructores cuyos fines eran enseñar a leer y escribir a niños y adultos, llegando a tener el carácter de alfabetizador. No obstante, el educador no contó con condiciones materiales y de apoyo elemental para desempeñar su labor. Los alumnos desertaban, las escuelas funcionaban por temporadas y los instructores abandonaban la tarea. Aunque, el gobierno inflaba las estadísticas.[v]

          En este contexto, el estado de Guerrero y los municipios tampoco disponían de recursos para atender las campañas de alfabetización y misiones culturales; por lo que el rezago educativo superó los esfuerzos públicos para contrarrestarlo. Además, aunado otros problemas como la población dispersa, el territorio amplio y escaso de comunicaciones.

          El gobierno de Rafael Catalán Calvo propuso algunas soluciones para atender la crítica situación educativa en el estado, entre otras: a) aumentar para 1946 el número de maestros y también elevarles un sueldo digno; b) que las dos únicas instituciones de educación superior (Normal Rural de Ayotzinapa y el Colegio del Estado) doblaran el número de egresados; c) que la enseñanza de indígenas los atendieran los maestros federales conocedores de las costumbres y del idioma o dialecto; y d) para resolver el problema se requieren medidas extraordinarias y disciplina rigurosa. No se justifican los aplazamientos. Los apáticos, los cansados, los que sólo buscan el modo de pasar la vida, esos no servirán para trabajar en Guerrero.[vi]

         Posteriormente, el gobierno del general Baltazar R. Leyva Mancilla impulsó la educación con programas de alfabetización tan sólo mes y medio de haber tomado posesión. Sin embargo, bajo las mismas condiciones sociales los programas no tuvieron mayores resultados.

         A manera de conclusión, las políticas educativas implementadas por los primeros gobiernos postrevolucionarios en el estado, no lograron consolidar este sector; abriendo paso a un problema que colocaría al estado en los primeros lugares de rezago educativo. Los gobiernos posteriores a la segunda mitad del siglo XX, mantuvieron estas políticas públicas con un avance lento. En lo particular, la alfabetización a pesar de que a inicio de los años ochenta se crea el INEA, el avance para su erradicación será demasiado lento, adueñándose de él la simulación y la corrupción.


NOTAS


[i] Mensaje radiofónico de Jaime Torres Bodet, México, D.F. 6 de junio de 1945. En Torres Septién, Valentina, Pensamiento educativo de Jaime Torres Bodet, Ediciones El Caballito-SEP, México, 1985. p. 71.
[ii] Ibídem, p. 69.
[iii] AA.VV. Historia General de Guerrero. Vol. IV. Revolución y Reconstrucción. CONACULTA-GOBIERNO DEL ESTADO-JGH Editores, México, 1998. p. 297.
[iv] Gutiérrez Ávila, Miguel Ángel. “Guerrero después de Cárdenas” en Neri Quevedo,
Edgar (Comp.)
Guerrero 1849-1999. Tomo I, Gobierno del Estado de Guerrero, Chilpancingo, 1999. p. 78.
[v] AA.VV. Historia General de Guerrero., op. cit. p. 221.
[vi] Catalán Calvo, G. Rafael. Problemas de Guerrero. Ediciones del Gobierno del Estado, México, 1986. pp. 79-87.

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