lunes, 17 de septiembre de 2012

Historias surianas

Analfabetismo: un problema de todos

Noé Ibáñez Martínez
iamn870705@hotmail.com

Combatir y resolver un problema lacerante como el analfabetismo no pueda ser obra de un solo hombre, de un gobierno o de unos cuantos “Guerreros”. Se trata de un problema de todos, y todos debemos de contribuir para combatirlo. Cuando José Vasconcelos inició una gran Campaña Nacional contra el Analfabetismo en los años veinte, no contó con ningún apoyo oficial, e incluso, jurídicamente, no le competía; pero aprovechó la ocasión para promover un vasto movimiento de entusiasmo y de participación social.

Ante la desorganización general de la enseñanza y la total ausencia de políticas en materia de alfabetización, Vasconcelos, que no podía echar mano de los servicios de un ministerio con autoridad a escala nacional, decidió apelar directamente a la buena voluntad individual. Es decir, en un primero momento, la campaña dependió en gran medida de colaboradores voluntarios y de la iniciativa privada, sus objetivos fueron más extensivos que intensivos y los medios con que contaba eran limitados y fragmentarios; su desarrollo fue algo desordenado y sus resultados pecaban con demasiada frecuencia de efímeros y engañosos, pese a la buena voluntad de alfabetizadores y sus “alumnos”.

Sin embargo, en la segunda fase de la campaña correspondió a una toma de conciencia por parte de los principales de la SEP, de la complejidad, del costo y de los aspectos técnicos del problema; se observó entonces un esfuerzo de organización de medios y de personal, una especie de resurrección de la escuela rudimentaria y una reafirmación del papel primordial que tienen en ese campo los maestros ambulantes o “misioneros”. Vasconcelos quería demostrar que la cuestión atañía a todos los mexicanos y deseaba movilizar a la opinión pública en ese sentido.

Para la promoción de la campaña, la mayoría de los periódicos apoyó de manera casi incesante. La prensa de la capital proporcionó fondos, dio cuentas de los resultados más espectaculares, publicó los nombres de ciertos alfabetizadores y realizó numerosas encuestas, sumamente interesantes en la medida en que permitieron penetrar en los medios miserables de las grandes ciudades y en ciertas regiones particularmente aisladas y olvidadas que hasta entonces habían sido ignoradas en mayor o menor grado.

Incluso, Vasconcelos echó mano del “Ejército de los niños”, integrado por alumnos de cuarto, quinto y sexto grados de escuelas públicas y privadas. La misión era alfabetizar a cinco analfabetos a leer y a escribir a cambio de un diploma que los reconocía como buenos mexicanos, la preferencia en labores dependientes de la Secretaría de Educación y, si solicitaban admisión de la secundaria o en escuelas profesionales dependientes de la Secretaria, tenían preferencia por sus servicios de alfabetización.

Ahora, este momento histórico nos pertenece a nosotros. Hago un enérgico llamado a los medios de comunicación, a los periodistas, a las organizaciones sociales y civiles, a las autoridades municipales y comunitarias, a los maestros rurales y jóvenes estudiantes de los diferentes niveles educativos, a los servidores públicos y, a la sociedad en general; para que de manera voluntaria, nos sumemos todos a esta gran campaña de combate al analfabetismo en nuestro estado.